“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.” (Marcos 10:13-16).

Jesús fue muy claro con sus discípulos cuando le habló las palabras antes mencionadas. Debemos ser el puente de los niños hacia el conocimiento de su Creador; ser la plataforma real del aprendizaje correcto y concreto para su futuro como seres humanos. Esto no quita que el aprendizaje regular no sea importante; todo va de la mano. Es de suma importancia que nuestros niños anhelen ser futuros profesionales para ayudar a otros, además de ser líderes y pilares de la fe para cumplir el llamado de Jesús de predicar el evangelio a toda criatura.

El versículo arriba mencionado nos explica cómo es de los niños el reino de Dios, ya que los ellos son seres puros. Estos no tienen pecado porque no tienen discernimiento ni conocimiento acerca del bien o del mal, al igual que Adán y Eva en el paraíso antes de su caída; lo cual los hace tener el camino libre hacia el cielo ya los niños no guardan rencor, siempre tienen una sonrisa y te extienden una mano en cualquier momento para darte aliento. Los niños son puros de corazón.

Por lo antes explicado, no cabe duda que los niños son más que importantes. Por tanto, nosotros, los maestros de la iglesia, como los maestros seculares, tenemos una gran responsabilidad en educar de forma efectiva  para desarrollar profesionales y seres extraordinarios. También en la palabra de Dios dice en Mateo 18:5 “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.” No solamente debemos ser atentos con nuestras pastoras y hermanos en la fe, sino que Dios nos da a entender que un niño merece el mismo recibimiento como si se tratase de Dios mismo. En palabras simples, recibir y cuidar a un niño es como si se tratase del mismo Jesús.

Moraima Rivera

Clase de 7-8 años