“Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.:” –Lucas 8:46 RV 60

Ocurrió en una región conocida como Gadara. Jesús acababa de echar fuera una legión de demonios de un hombre atormentado durante mucho tiempo. Había tenido un día agitado y lleno de ministración a favor de una persona que lo necesitaba. A cambio de este milagro recibió rechazo de parte de los habitantes de esa ciudad, quienes le rogaron que se fuera pues tenían miedo. (Lucas 8:26-40 RV 60)

Vuelto al otro lado de esa ciudad le recibió una multitud con mucho gozo. Muchas personas rechazan a Jesús mientras que otros lo reciben con gozo.

Unos acudían a Él para oír Su voz y escuchar los mensajes de vida que salían de Sus labios. Otros eran sanados de sus enfermedades y de sus dolencias. A unos permitió seguirle, mientras que a otros les dio la orden de ir a testificar lo que sus ojos habían presenciado.

La multitud sigue a Jesús. Llega un hombre muy religioso, principal de la sinagoga, llamado Jairo, y se postra a Sus pies para rogarle que sanase a su única hija que estaba agonizando. La niña tenía 12 años. Posiblemente la actitud de Jairo molestó a muchos, sobre todo a los religiosos de esa época. Nadie debía postrarse delante de otro hombre, ya que solo se postraban delante de Dios. Sin embargo, la necesidad de Jairo fue tan grande que tuvo que superar sus prejuicios e ir por encima de su teología, reconociendo que Aquel que estaba allí no era cualquier hombre.

En medio de su desesperación, Jairo tuvo que esperar. Lucas 8:43 -48 RV 60 nos dice: “Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y El le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.”

Con este milagro ocurrido delante de sus ojos, Jairo continuaba esperando por su petición cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle que su hija había muerto y que no molestase más al Maestro (Lucas 8:49).

¿Cuál es tu gran petición delante del Señor? ¿Has pensado que se está haciendo demasiado tarde para que Él te conteste? Dios nunca llega tarde. Solo confía…

Alguien me ha tocado… La fe de esa mujer logró que de Jesús saliera poder sanador.

Esta fue, y sigue siendo, la causa por la que Jesús continúa haciendo milagros, sanando y salvando.

La fe de Jairo tocó al Maestro de manera que se produjo allí un milagro de resurrección a pesar de las burlas de los incrédulos que allí se encontraban.

Tenemos que tocar a Jesús aun en contra de los prejuicios, personas, burlas y circunstancias que nos rodean. Preguntarás, ¿cómo puedo tocar a Jesús? Tu fe mueve a Jesús. Tu fe se manifiesta en tus acciones, tus oraciones y súplicas, en tus actitudes.

Te invito a que toques a Jesús. Toda persona que acude ante el El Caballero de la Cruz es escuchado. Tus peticiones serán atendidas. Nunca es tarde para Él contestar tus peticiones.  Te aseguro que tu vida no será igual jamás.