Génesis 4:7- Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”

“En mi casa entra quien yo quiero”. Este es un dicho muy escuchado, sobre todo cuando queremos recalcar que nuestra casa tiene la privacidad que le queremos  dar y que solo entran a ella personas de nuestra confianza, seleccionadas por nosotros para que conozcan nuestras intimidades y a nuestros familiares.

¡Que falta hace aplicar este dicho a nuestra vida espiritual!  “A mi vida entra lo que yo quiero”.

El libre albedrío es la capacidad que tiene el ser humano para escoger dentro de las circunstancias la alternativa que quiere y tomar la decisión libre y voluntariamente.

Desde principios de la creación, Dios le dio al hombre la libertad de decidir por sí mismo el camino que debía seguir.  Le enseñó las consecuencias que podía acarrear el tomar el rumbo equivocado.  Eva desobedeció a Dios, asimismo Adán su marido.  Más tarde el pecado se manifestó en su descendencia.  Caín, el hijo mayor, comenzó a tener celos y enojo contra su hermano Abel.  “Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;  pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.  Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?”Génesis 4: 2-6 RV (60).  Dios mira al hombre y también mira su ofrenda y la intención con que se trae al altar.

Jehová, conociendo las intenciones del corazón de Caín y sus sentimientos hacia Abel, le pregunta por qué se ha dedicado a hacer el mayor daño posible a su hermano, de manera deliberada e innecesaria; le preguntó por qué se había ensañado contra él. Caín no valoró su conversación con Dios, no consideró que el mismo Dios hablaba con él ni el consejo que le dio. “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”-Génesis 4:7

¿Cómo nos sentimos cuando una persona es usada por el Señor, cuando sus ministerios son reconocidos, cuando manifiesta sus dones  o son elegidos en vez de elegirnos a nosotros?

Las presiones de la vida, situaciones con las personas que nos rodean, actitudes, escasez, infidelidades, problemas económicos o familiares, entre otras causas, hacen que nuestro semblante decaiga. Este es uno de los primeros síntomas que aparece cuando comenzamos a descender espiritualmente y una de las alertas que no debemos ignorar. Cuando nuestro semblante decae, nos aislamos, nos encerramos en nosotros mismos, descuidamos la oración y la visita al templo, indicándole a los que nos rodean que estamos empezando una crisis, que nos dejen quietos.  Dios le dijo a Caín que hiciera el bien para que fuera enaltecido.  Hay esperanza.  No importa lo que ha causado que nuestro ánimo esté caído,  el Señor nos invita a hacer el bien. No podemos abrir la puerta para que entren pensamientos y sentimientos contrarios a lo que Dios dice en Su Palabra que debemos manifestar en nuestras vidas.  No podemos permitir que la carne y el pecado gobiernen nuestras vidas, pues como el mismo Señor indica, el pecado está a la puerta, pero nos corresponde a nosotros dejarlo entrar o no.  El Señor le indica a Caín (y esto también nos toca a nosotros), que somos nosotros los que debemos dominarlo a él (al pecado) y no el pecado a nosotros.  El pecado nos desea, pero nosotros lo vencemos a él.

Es tiempo de ver cada puerta que abrimos en nuestras vidas  y crear conciencia de lo que estamos dejando entrar por ella. Tenemos el poder del Espíritu Santo para dominar las situaciones y ponerlas bajo nuestro control.

Efesios 4:26- 32  nos dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.  El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.  Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.   Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.   Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.  Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”  RV (60)

¿Qué y a quiénes dejamos entrar por nuestras puertas?

Hay puertas que el Señor ha cerrado una vez ha salido alguien o algo de nuestras vidas y no debemos permitir que se vuelvan a abrir para dar entrada a aquello que fue parte de un pasado que el Señor  ya borró y perdonó.  Toma dominio propio sobre tu vida y párate firme y permite que a tu vida solo entre lo que tú quieres.  Experimenta la libertad de Cristo en tu vida.

Aumenta  tu tiempo con el Señor en oración, lectura de Su Palabra, asistencia al templo, en alabanzas…

Te invito a que te congregues, y si no asistes a ninguna iglesia, a que nos visites.  Te recibiremos con mucho amor y oraremos por ti.

El Señor está a las puertas. ¡Maranatha!