Génesis 3:9  “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”

Tenían comunión con su Creador; todo un paraíso para ellos.  Esa era la condición original de Adán  y Eva.  El Dueño y Señor del universo ya había preparado un huerto, un lugar sumamente hermoso para ellos  desde antes de ser creados.  En este lugar no carecían de nada, disfrutaban de una temperatura agradable, y sus ojos se deleitaban en todas las maravillas creadas. Aun así, el Dueño y Señor delegó en Adán (el primer hombre) que se enseñoreara de los peces del mar, en las aves de los cielos,  en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Le dio una pareja; varón y hembra los creó, a Su imagen y semejanza.   El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo participaron en ese momento sublime en la creación del hombre.  Los bendijo y les dijo que «se fructificaran, que llenaran  y sojuzgaran la tierra y se enseñorearan de lo creado para ellos.» (Génesis 1:26-28 RV1960)  ¿Qué más podían desear?

Pero nuestros primeros padres desobedecieron y pecaron.  Tenían solo una prohibición ante tanta abundancia.  Y cedieron ante esa tentación.  Solo un pecado bastó para separarlos de la presencia  de Dios.

¿Cómo se dio esa tentación que trajo como consecuencia la gran tragedia de la humanidad?

Génesis 3:6“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.”

La tentación comienza lenta y sutilmente; apenas es perceptible.  Este fue el proceso que se llevó a cabo con Eva, la esposa de Adán:

Vio–  muchos  pecados  llegan a nuestras vidas por no apartar la mirada de lo que no conviene. A través de la vista se activan otros sentidos en la carne y si no lo detenemos a tiempo nos pueden conducir al pecado. Eva consideró a través de la vista que lo que tenía de frente era  bueno para comer; lo veía y se deleitaba en verlo.  Deseó  ingerirlo,  internalizarlo, codiciarlo… creyendo que una vez lo comiera iba a aumentar su sabiduría.

¡Cuántas vidas juegan a diario con las tentaciones  creyendo que la experiencia los llevará  a algún crecimiento o a algo agradable!

Tomó de su fruto–  fue su propia voluntad  la que condujo a Eva a adquirir aquello que le había sido prohibido. El enemigo es el tentador pero es tu decisión lo que hagas. Te encontrarás con personas que te inducirán a llevar a cabo acciones en contra de la voluntad de Dios, pero eres tú quien determinarás lo que vas a hacer en tu vida.

¿Dónde estás tú?

Comió– Cuando lo vio quizás no pensaba en tomarlo.  Lo tomó  y quién sabe si no esperaba comerlo, pero lo comió.

Lo dio a su marido– Compartió el acto de pecar con otro.

Proverbios 22:3  y 27:12 –“El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño.” (RV1960)

Luego de esto, oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto,  al aire del día;  y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.  Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: “¿Dónde estás tú?” Génesis 3:8-9 (RV1960)

Si alguien sabía exactamente dónde estaban ellos era Dios.

¿Dónde estás tú?

Esta pregunta ha estado en el corazón y en la mente del hombre desde que tiene uso de razón. Cada ser humano necesita crear conciencia de cuál es su posición delante del Dios Altísimo.  En su inmenso amor e infinita misericordia  Dios permite, que ese hombre creado a Su imagen y semejanza le conteste  y se conteste a sí mismo cómo  se encuentra en su vida espiritual. No porque Él no lo sepa, sino porque quiere que nos detengamos en el diario vivir, en medio de las faenas y luchas de la vida, en medio de las pruebas y tentaciones, y hagamos un alto para pensar dónde nos encontramos delante de Él.

No podemos jugar con la tentación.

Antes de caer en el pecado y de haber cedido a la tentación se deleitaban de escuchar la voz de Dios y estar ante Su presencia.  Una vez pecaron, huyeron a esconderse de Él; querían estar solos, en su pecado y con sus temores.

Una vez que pecaron el Señor tomó la iniciativa y los buscó.  Continuó visitándolos como de costumbre pero ya ellos sabían que en lo sucesivo no sería igual. Aun así, el amor y la misericordia de Dios nuevamente les da la esperanza de regresar algún día a Él y la promesa de que una vez reconciliados, volverían algún día al Paraíso y a vivir en perfecta comunión con El.

 Génesis 3:15 –“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”

Juan 3:16– “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Aléjate de todo aquello que te separa de la presencia de nuestro Señor.  Si le conociste y te apartaste porque fuiste cediendo a las tentaciones y ahora tienes miedo de volver ante Su presencia, te invito a que recapacites y regreses a casa.

Una vez confiesas y reconoce que crees en Él como tu único y exclusivo Salvador, Su Espíritu Santo  hará morada en tu vida y te ayudará a vencer la tentación.  ¡Llevarás  la vida agradable que Él quiere para ti delante de Su presencia!

Hoy, al igual que en aquel entonces,  el Señor pregunta,  sobre todo a Su pueblo, a su amada Iglesia:

¿Dónde estás tú?