¿Alabar y adorar es lo mismo? Lo cierto es que existe una gran diferencia. Debemos procurar que en nuestros labios siempre esté la alabanza presente. A través de ella podemos elogiar y reconocer las virtudes de alguien, en este caso, de Dios. Es el reconocer su grandeza y su gloria, provocando en nuestras vidas su presencia, gozo y la manifestación de los dones que ha depositado en cada uno de sus hijos. La alabanza es la puerta que nos lleva a la adoración.
La adoración es la que mueve el cielo, no tiene límites y sobrepasa lo natural. Para que ello ocurra, debemos adorar al Padre tal como dice el Juan 4: 22-24, “…en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” La adoración es una entrega de nuestras vidas a Dios y a su voluntad. Recuerda joven, para adorar a alguien es necesario conocerle y esto sucede cuando intimamos; cuando tenemos tiempo a solas con nuestro Salvador.
¡En la ALABANZA, alabamos todo lo que Él hace, pero en la ADORACIÓN, adoras lo que Él es!
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