En la clase del 25 de mayo, discutimos la clase «Primero lo primero», del expositor : El Discípulo. Nuestro maestro, Milton Nieves, nos trajo con claridad la esencia de esta enseñanza: el amor a Dios, y hacia el prójimo.

Se practicaba comúnmente en Mesopotamia, en los tiempos predavídicos, la Ley del Talión. Esta ley, procedente del infame Código de Hammurabi, dictaba que por cada ofensa que un individuo recibiera había una justa retribución. El ofensor, sea su acto deliberado o sin alevosía, debía pagar por su ofensa para satisfacer el daño del perjudicado. Sin embargo, más que un sistema de justicia, podría interpretarse como uno ligado a la necesidad de venganza.

Nuestro deber hacia el prójimo es amarlo

«Nuestro deber hacia el prójimo es amarlo», dijo Nieves. «Al que amamos no lastimamos», continuó. Y esto se torna un poco complicado cuando escudriñamos las Escrituras  y encontramos que el amor hacia el prójimo no se limita a nuestros más cercanos, pues también incluye a los más lejanos; nuestros enemigos (Mt 5: 38-48). Así que, la necesidad de venganza debe ser contrapuesta por el amor.

De la misma manera que amamos a Dios, el amor debe ser manifestado a todos por igual; sea converso o inconverso (Lc 10:25-37), amigo o enemigo, extraño o conocido. Y si el prójimo te hiciere ofensa «no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Ro 12:21). Jesús dijo «en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Jn 13:35).

Amado hermano, le esperamos todos los domingos en la Iglesia de Jesucristo El Caballero de la Cruz, a las 9:30am, en la Escuela Dominical: la espina dorsal de la Iglesia.

 

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