Partiendo con la lectura del Salmo 42, se puede apreciar como el salmista expone, a través del escrito, una confrontación diaria con sus enemigos y consigo mismo. Predomina la tristeza y se escuchan muchas voces. “¿Quiénes son tus enemigos? ¿Cuáles son esas voces?”, expuso la joven Mitchelle Flores. “Uno mismo”, “el egoísmo”, “la inseguridad”, “orgullo”, “el afán”, “la autocompasión”, “la autosuficiencia”, “el engaño”, fueron solo algunas de las palabras expresadas por los allí presentes.
Haciendo un breve recorrido por la palabra, nos topamos con el ejemplo del joven Josué. A lo largo del capítulo 1 del libro de Josué, Dios le recalca constantemente que estará con él donde quiera que vaya, solo le hacía falta esforzase y ser valiente. Josué estaba escuchando la voz el temor. Cuando optó por escuchar a Dios, por encima del miedo, ocurre un cambio (versículo 13). Al igual que en el Salmo 42, había una lucha, pero ante cada negativa de Josué, había una contestación sobre lo que Dios era capaz de hacer. Aunque Dios no estaba físicamente, estaba presente en lo que fue sembrado en el pasado, la palabra de Dios en su corazón dio fruto.
Un segundo ejemplo es hallado en Mateos 28. Ante el acontecimiento de la resurrección, las dos Marías tuvieron temor y los discípulos al llegar a Galilea, aun viendo a Jesús, dudaron. Sobre todas esas voces, ellas creyeron; ante el grito de la duda, los discípulos fueron a Galilea. “La voz de Dios siempre sonará más alta que las demás. Todos fueron a pesar de la duda”. Él no sacó la duda, no los descalificó, ni hizo diferencia entre ellos, al contrario, les dejó la gran comisión. El Señor no es como nosotros, Dios siempre verá en ti posibilidades, como también las vio en Gedeón” comentó Mitchelle antes de dar por concluido el estudio bíblico. Joven, hay cosas que Él quitará y otras que Él dejará para que trabajemos con ellas. Por eso es importante reconocer que hay una diferencia entre oír y escuchar. Identifica las voces, luego medita en la palabra y prosperará tu camino (Josué 1: 8-9).
Escrito por: Loanette Morales Quintana
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