La historia de Lázaro se distingue por ser aquel hombre que murió, pero que al cuarto día resucitó cuando Jesús envió la palabra para que así aconteciese. Si algo fue resaltado en la predicación del viernes en la noche, fue la condición en que Lázaro salió, atado, pero vivo. Como lo indica el libro de Juan 11:44, Lázaro llevaba en su cabeza un sudario, el cual Jesús ordenó que le fuese quitado para luego dejarle ir. El sudario era un tipo de vendas que se utilizaba para envolver la cabeza y el cuello de la persona fallecida. El resto del cuerpo llevaba otro tipo de vendas. Lo que lleva a pensar, ¿Qué importancia tiene la cabeza? La mente.

La cabeza fue identificada como una de cuatro ataduras del ser humano, en las cuales está incluido el corazón, el estómago y las piernas. «La mente lo quiere controlar todo, es la que contiene malas costumbres, malos hábitos, la que guarda esas tradiciones religiosas, donde se esconde la culpa, la negatividad, los prejuicios.» mencionó el joven y presidente de la Sociedad de Jóvenes Ángel I. Oquendo. Nadie está exento de esto, todos y cada uno de los nuevos convertidos y los que ya llevan años en la iglesia pueden estar albergando este tipo de ataduras en su mente. Si bien dice la palabra que todo es hecho nuevo, lo mismo no sucede de forma inmediata, es un proceso (Efesios 4:22-24). Si estas verdaderamente libre de ellas, ¿Qué cosa nueva estás haciendo y que cosas viejas dejaste de hacer? Si estas ataduras permanecen, tu andar, tu pensar y tu caminar seguirán siendo iguales. «Si la cabeza no funciona, el cuerpo no funciona» recalcó. Cuando se está atado, podrás ir a la Iglesia, participar de las actividades y ver el mover de Dios pero saldrás igual, no habrá cambio en ti, pues el cuerpo estuvo presente pero la mente, no.

Del corazón mana la vida, pero un corazón atado, ¿tendrá vida?, preguntó el joven. Una de las mayores ataduras es la autoprotección, tanto así que en muchas ocasiones nos protegemos de aquel que solo quiere nuestro bien, Dios. Es en medio de esta autoprotección que decidimos hacer las cosas por nuestra cuenta, procurando hacerlo todo solos. «Dios no se tiene que meter en tu plan, tú eres quien se tiene que meter en el plan de Dios, el cual es perfecto», mencionó el predicador. Su voluntad es agradable y perfecta. Procuramos evitar el dolor y el sufrimiento, pero lo que no sabemos es que es necesario padecer. Es al final del proceso que entendemos que a medida que pasamos por ellos vamos aprendiendo y nuestro carácter se va moldeando hasta parecerse al de Él.

¿Qué es lo que realmente impide que lo que Dios ya determinó en tu vida, se cumpla? ¿Qué ataduras no te dejan continuar? Si quieres ver la obra de Dios perfeccionarse en ti, el proceso lo tienes que pasar tú, sabiendo que después del padecimiento verás los frutos. ¿Qué Él ha depositado en ti, que aún no se ha manifestado? Cada día Él perfeccionará su obra en ti, por eso cuando Él llame, responde. Deja que Él quite tus vendas.

Escrito por: Loanette Morales